Comunicación musical creadora

COMUNICACIÓN COLABORADORA MUSICAL (crear un hábito de estudio)

Entendemos que cuando son pequeños, somos nosotros, los padres los que debemos enseñar en todo momento a nuestros hijos para que adquieran un hábito de estudio musical. No nos cuesta nada sacar el violín recién adquirido y estudiar con nuestro pequeño, es más, nos ilusiona. Pero estudiar un instrumento no es un juego, aunque juguemos con él, porque a través del juego la enseñanza sea más eficaz.

Un instrumento es una carrera de fondo y antes o después necesitaremos que nuestro pequeño adquiera el hábito de estudiar solo. ¿Cuándo es aconsejable dar ese paso?. En cada niño será en un momento diferente. Por eso voy a dar una serie de pautas y herramientas para adquirir ese hábito a través de una comunicación colaboradora y no una comunicación impositiva.
Durante más de veinte años sigo escuchando de boca de muchos padres (el 95%) la siguiente frase: “¿Cómo hago para estudiar violín y solfeo con mi hijo?, en casa no quiere sacar el violín, se niega y yo no quiero agobiarlo”.
Estudiar es un hábito, tocar un instrumento es un verdadero placer. Y ese es el sentido que debemos inculcar a nuestro hijo. ¿A qué no le preguntamos a nadie, si tenemos que bañar a nuestro hijo?, todos sabemos que debe estar aseado y adquirir ese hábito.
Como tampoco decimos: “es que no quiero bañarlo mucho, por si se agobia”. No lo decimos, porque pensar algo así es ridículo. Lo que agobia no es bañarlo, es echarle agua sin más por la cabeza y hacer del baño una agonía. Si se juega con el agua, se cuentan historias con ella, o canciones, es más atractivo ese momento, y muy lúdico. Además de ser un gran momento para el desarrollo neuronal de nuestro pequeño, por la cantidad de conexiones cerebrales que realiza . Yo recuerdo, cuando mis hijos eran pequeños, les compuse la canción del baño. La canción decía así:
“Y las manitas vamos a limpiar,
y los bracitos vamos a lavar,
y la cabeza y las piernitas vamos a limpiar”…
Y así iba diciendo todas las partes del cuerpo, se las aprendían y luego ellos la cantaban conmigo y decidían que parte del cuerpo querían lavarse, les invitaba a que ellos decidiesen y yo conseguía de una forma divertida bañarlos sin lágrimas o enfados. La canción en sí, puede parecer una tontería, al emplear diminutivos. Pero al hacerlo de esta forma ponemos más cariño en las palabras y por tanto en el hecho. Ya que a veces el baño puede ser algo muy mecánico. Eso mismo si lo llevamos al terreno musical, veremos que al igual que se prepara el baño y no comenzamos por echarle agua por los ojos. Tratemos de que aprenda el hábito desde la tranquilidad y el juego. Si llegamos y decimos: “ a estudiar violín” es muy probable que el niño después de pasársele la ilusión de los primeros días, salga escopeteado hacía algún otro interés que esos días le ronde por la cabeza. Del mismo modo que no ponemos entre dicho, si debemos bañarlo o no, no debemos cuestionar si practicar o no en casa.
Debemos exponer el momento del estudio en: “Vamos a sacar el violín, vamos juntos a divertirnos. A ver que sonidos descubrimos hoy”. Cada uno conoce mejor que nadie a su hijo y si sabemos llevárnoslo al baño o que coma lo que necesita, podemos exprimirnos el cerebro, para hacer ese momento algo divertido.
Volviendo al ejemplo del baño, no pensamos: “!Madre mía!, ahora ¿cómo voy a lavarle la cabeza, no quiero que se agobie. Bueno, mejor no se la lavo, ya lo hará la peluquera cuando vaya a cortarle el pelo, que le “monte el pollo” a ella, y yo haré de padre/madre protector y lo calmaré”. Si esa duda no nos surge, tampoco podemos pensar: “bueno, que estudie y toque con Helena, su profe consigue que lo haga”. Pues es precisamente en clase dónde no debo obligar a que toquen. El hábito se adquiere cada día y si el niño no tiene ese hábito, es complicado creárselo una vez a la semana. Yo puedo invitar de alguna forma a que el pequeño se implique y toque, pero será sólo un hábito en la escuela y lo que debemos conseguir es un hábito en casa para que el estudio sea diario.
Lo primero que debemos tener es organización. Dependiendo de la edad del niño, estaremos cinco minutos o media hora con él. Debemos hacernos un horario diario. No todos los días podremos a la misma hora o momento. Pero todos los días debemos sacar unos minutos para que practique. La eficacia del hábito será proporcional a nuestra capacidad de organización. Si nos organizamos, tendremos tiempo para practicar con nuestro hijo y como tal, le crearemos el hábito.
Para tal fin es imprescindible que usemos una comunicación colaboradora. Voy a poner un ejemplo, en el que nos sentiremos bastante identificados:
Modelo A:
“Vaya tela! cómo está la cocina, está hecha un asco, no hay ni un plato limpio. ¿Qué has estado haciendo todo el día?”
Modelo B
“Cariño, ¿Te has fijado cómo está la cocina?, voy un poco de cabeza. ¿Me ayudas con esto, por favor?, ambos estamos cansados y juntos lo acabamos antes.
Si a nosotros como adultos, nos gusta escuchar el modelo B, a los niños también. El modelo A, es una comunicación impositiva y lleva al enfado. Es normal que después de que te digan eso, no quieras hacerlo o se te quiten las ganas y lo hagas de malas formas y enfadado. Pero el modelo B, invita a una comunicación colaboradora.
La comunicación colaboradora no es infalible, pero nos aseguramos que el niño conecte con el pensamiento del adulto. La comunicación inquisitiva lo espantará con total seguridad. Desconectándose de toda comunicación, a través de lloros o enfados.
Intenta dar al pequeño, mensajes que su cerebro entiende que la tarea que va a realizar es sencilla. Empezar nuestras frases con un “Vamos”, motivará al niño a hacer la tarea, pues sentirá apoyo y compañía. Y evitaremos decir: “ponte inmediatamente”.
Para todos los músicos es pesado estudiar. El niño músico que comienza a labrarse un camino con su instrumento quiere tocar, sólo tocar. Canciones o notas que le resulten agradables. Probar sonidos y golpes de arco. Hacer y tocar lo que deseé.
Podemos comenzar dejándole que toque lo que quiera y como quiera, no pasa nada, sacamos su parte creativa. Llegará un momento que le podamos decir: “¿Te gustaría que esa nota sonase más bonita?, veo que en ocasiones no te sale el sonido que tú quieres y te puedo ayudar a conseguirlo. Puedes intentar colocar tu mano de esta forma, o el dedo de esta otra, o pasar el arco así. !Hala, qué sonido más bonito has hecho ahora!. Vamos a intentarlo de nuevo a ver si nos sale otra vez así”.
No impongamos desde el principio nuestro criterio, ellos sabrán que es un estudio y no olvidemos que para ellos el violín es un juego más. De nosotros depende que convirtamos ese juego en un hábito y un estudio eficaz en un futuro.


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