“Reforzar significa recompensar”

Recompensamos cuando regalamos al pequeño algo valioso e interesante para él, después de que haga bien las cosas. Las recompensas pueden ser de todo tipo, una sonrisa, un pequeño juguete, una pegatina, una caricia, un aplauso, un tatuaje, un cromo, etc.

Lo más interesante de las recompensas es la acción que hace en el cerebro. Cuando el niño se siente recompensado tras estudiar algo que le ha costado un esfuerzo físico y mental, como una lección de solfeo o violín, unas neuronas que están situadas en la parte del cerebro que controla la motivación, segrega una sustancia llamada “Dopamina”. La dopamina permite que el cerebro del niño asocie la buena conducta realizada con una sensación placentera por la satisfacción de conseguir su recompensa tras el esfuerzo realizado.

En una sociedad en la que los niños consiguen el “premio inmediato” no está demás usar bien esta potente herramienta. Yo la utilizo en todas las clases en formas de sellos y premios como expliqué ya en otro artículo del blog.

Esta herramienta es magnífica para ser usada por todos los padres y educadores, ya que en definitiva todos queremos que aprenda y que realice las conexiones oportunas en su cerebro que le permitan ser autónomo, para poder conseguir sus metas y poder ser feliz. El niño sabrá que si se esfuerza, obtendrá una recompensa. En definitiva todos hacemos las cosas buscando un acicate, esa motivación puede ser material o emocional, pero siempre nos movemos y hacemos las cosas por un interés. Ese interés puede ser muy loable sin duda.

A través de esta herramienta nuestro hijo aprende rápida y sencillamente, lo que es adecuado o no lo es. Es importante que la recompensa sea en su escuela de música, en casa tras el estudio y en los conciertos, para que los vivan como algo especial y tengan ganas de volver a hacer un concierto.