30 Oct LA PIRÁMIDE DE ABRAHAM MASLOW EN EL ESTUDIO MUSICAL
Cuando decidimos dar la oportunidad a nuestro hijo de estudiar música, es en gran medida, porque hemos visto desarrollar capacidades y gusto por la música. Bien porque haya sentido la necesidad de coger un cubo y golpearlo con un palito, reiteradamente y con cierto ritmo; o se pare de ipso facto cuando ve tocar un instrumento musical, encandilado. Pero estudiar música debería ser más un fundamento que un simple “gusto” o “cualidad”.
Todas las decisiones que los padres tomemos, van a condicionar en el desarrollo de nuestro hijo, por lo que es necesario que lo encaucemos por unos principios claros, prácticos y sólidos. Si nada lo impide, todos los seres de la naturaleza tienen tendencia natural a alcanzar todo su potencial. Nuestro pequeño también, por eso no debemos coartar su decisión de estudiar música, sino apoyarlo para llegar donde él quiera hacerlo, con su pasión, esfuerzo y trabajo. y ofrecer la posibilidad de estudiar música y un instrumento a cualquier niño, para alcanzar una mayor activación neuronal de su cerebro y formar personas más inteligentes.
Estudiar música es una necesidad para nuestro cerebro, lo hace sentir feliz y lo activa neuronalmente. Todo son ventajas y no hay ninguna contraindicación, si se siguen los fundamentos que Abraham Maslow propone.
¿Pero cómo ayudamos a nuestro hijo a estudiar música?. En muchas ocasiones se hacen esa pregunta los padres de mis alumnos, bien los que no saben nada de música, como los que si saben.
Pese a que ha pasado ya casi un siglo desde que las dos escuelas que conformaban la llamada corriente “humanista, salieron a la luz. Nos cuesta redirigir nuestro enfoque. Por un lado estaba el psicoanálisis que defendía principalmente que el ser humano estaba condicionado por deseos y necesidades inconscientes; y el conductismo, corriente que destacaba el papel de las recompensas y los castigos en la determinación de nuestras conductas y de nuestra propia felicidad. El padre de la psicología humanista, Abraham Maslow, defendía la tesis de que el ser humano, al igual que otros seres vivos, tiene una tendencia natural al desarrollo pleno, es decir, el cerebro humano muestra una tendencia natural a sentirse bien consigo mismo y con otras personas, busca su felicidad y el sentido de su existencia, lo que los psicólogos llaman la “autorrealización”. Steven Pinker, es uno de los neurocientíficos que más han estudiado la evolución de nuestro cerebro, llegando a la conclusión que el deseo de libertad que tenemos, la lucha por vivir y la búsqueda de nuestra felicidad, forman parte de nuestro ADN.
Para ayudar a nuestro pequeño, pongamos como ejemplo la Pirámide de Maslow. Partiremos de la base que nuestro hijo necesita unas necesidades vitales, de alimentarse, descansar, higiene, etc. Extrapolándolo al estudio musical, partimos de la base, de que nuestro hijo tenga un lugar para practicar con su instrumento. Un lugar amplio, limpio, cómodo y apartado de tentaciones como la televisión, ordenador, juguetes, u otras cosas que capten más su atención. El segundo escalón de la pirámide sería la seguridad. Nuestro pequeño necesita sentirse seguro, no amenazarlo para que estudie, sin agresiones, sin miedos. Sentir el placer de estudiar un instrumento y disfrutar todas las etapas con él. Eso nos llevará al tercer escalón de la pirámide, el amor y la pertenencia. Darle todo nuestro amor, porque en el estudio diario de un instrumento hay momentos muy duros y nuestro hijo pensará abandonar ante una dificultad, enseñémosle con amor y paciencia que la vida precisamente es como tocar un instrumento, unas veces te suena bien, y otras aunque hayas estudiado y te hayas esforzado, tu cerebro no lo ha madurado todavía y no te sale como querrías. Ayudarlo a que no se frustre, sino que luche por conseguir su meta. Hagamos niños luchadores, no que se rindan a la primera. Eso nos llevará al cuarto escalón, la estima. Al darle amor y confianza en que lo puede hacer, le estaremos ayudando a reforzar su autoestima, ya que se ha sentido valorado y estamos respetando sus tiempos de aprendizaje. Ser perfeccionista no es que las cosas te salgan a la primera, sino ser constante en algo hasta que lo mejoras. Si seguimos estas pautas llegaremos a la punta de la pirámide, la autorealización.