12 Dic ¿POR QUÉ LOS PADRES DEBEN ESTAR EN LA CLASE DE VIOLÍN DE SUS HIJOS?
Cuando era pequeña, recuerdo que mi padre me venía a buscar a la parada del autobús. A mi me hacía muchísima ilusión. Según le veía le daba un gran abrazo y un beso, que él correspondía además, con un bocadillo para merendar. Mientras caminábamos a casa me preguntaba cómo había pasado el día y qué cosas había hecho. Yo ni me acordaba, sólo vivía el presente, como cualquier niño y me cansaban tantas preguntas, yo sólo quería vivir el momento y ese momento era estar con mi padre, no rememorar toda mi jornada.
En mi etapa como madre, cuando iba a recoger a mis hijos al colegio, veía que las cosas no habían cambiado mucho. Los niños de antes, padres en ese momento, volvían a hacer un tercer grado a sus hijos a la salida del colegio. Yo me acordaba que no me gustaban tantas preguntas y a mis hijos les preguntaba si había ido bien el día y ellos respondían en función a lo acontecido. Escuchaba como otros padres les preguntaban a sus hijos lo que habían comido, y yo pensaba, pero si ya el colegio nos mandaba el menú mensual, para que les preguntaban algo que el niño sabía que los papás lo tenemos expuesto en la puerta de la nevera. Ver la cara de frustración de los padres cuando el niño respondía escuetamente con un “no me acuerdo” o “no lo sé”, me transportaba a mi niñez.
Evidentemente soy consciente que lo único que deseamos los padres es que nos hagan partícipes de sus experiencias, logros, actividades, ilusiones y hasta de sus pensamientos. Pero si lo que realmente queremos es que compartan sus inquietudes y experiencias, debemos partir de nuestro ejemplo. Es más eficaz que nosotros comencemos exponiendo una experiencia, que les atiborremos a preguntas. No hace falta que sean muy elaboradas, simplemente con decir: “Hoy he comido de postre un yogur de fresa, con trocitos y me ha encantado”, esa pequeña experiencia dará pie a que nuestro pequeño nos cuente sus vivencias. Eso si, cuando nos las cuente, apagaremos móviles y nuestras orejas serán auténticas parabólicas, pues cuanto más nos metamos en su mundo, más apego habrá.
Estudiar violín (o un instrumento) es una preciosa actividad para hacer padres e hijos juntos. Sobre todo si ambos empiezan de cero. Eso sí, hay cosas que vuestros hijos aprenderán más rápido que vosotros, ya que el adulto quiere razonar todo y el niño deja fluir y absorbe la información. Sed pacientes.
En ocasiones, me encuentro en clase con padres preocupados por enseñar en casa lo aprendido durante la clase de violín. No sois los maestros, ni los profesores. No hay nada que una más que ser compañeros de aprendizaje. Hay padres que me dicen que sus hijos les enseñan. Eso es maravilloso, hacen que sus hijos se sientan valorados, que ellos también son capaces de enseñarnos. No hay un escalón entre papás e hijos, sino una colaboración. Hacer juntos algo tan bello como es la música.
Los padres y educadores estamos para apoyar y enseñar las herramientas adecuadas para que nuestro pequeño artista sepa salir de todas las situaciones que se le vayan presentando a lo largo de su vida y tomar decisiones correctas.
Por tanto nunca debemos ayudar a un niño que no lo necesite o que sea capaz de hacer algo por si solo. De hacerlo, no estaremos reforzando su autoestima, sino más bien, esa sobre protección anulará a nuestro pequeño, y aprenderá que si mamá o papá o la profe no están a su lado, no sabrá hacer las cosas.
Estar en clase de violín, participar, reír, y porque no, coger nuestro violín e intentarlo junto a ellos, fortalece la relación de padres e hijos. De esta forma no nos veremos en la necesidad de hacerles un tercer grado a la salida de clase, porque los temas de conversación serán tantos y vividos juntos que engrosarán y fortalecerán vuestra relación.